miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Hay alguien ahi fuera?

Y finalmente pasó. Por fin Aidan apareció.
Dos semanas y media después de mi regreso de Irlanda, estaba en el
trabajo, ante mi mesa, elaborando una hoja de cálculo trimestral, cuando
Aidan entró. La alegría que sentí al verle fue como el calor del sol a
mediodía. Estaba emocionada.
Ya era hora —exclamé.
Se sentó en una esquina de la mesa; su sonrisa casi dividía su cara en
dos. Parecía feliz y cohibido al mismo tiempo.
¿Te alegras de verme? —preguntó.
No imaginas cuánto, Aidan. No puedo creerlo. Tenía miedo de no
volver a verte. —Llevaba puesta la misma ropa que el día que nos
conocimos—. Pero ¿cómo lo has hecho?
¿Qué quieres decir? Me he limitado a entrar, eso es todo.
Pero Aidan —dije, porque acababa de recordarlo—, tú estás muerto.

                         

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